En octubre de 1662, el Padre Juan Contreras Fuerte encontró que quedaba muy poco aceite para la lámpara de la Santísima Virgen. Por ese motivo, buscando lo más cerca, fue al pueblo de Teocaltiche a conseguir prestada una botija de aceite. Pero no encontró ni prestada ni comprada. Con esta preocupación, el día de San Lucas, llamó al sacristán Sebastián de Salazar para preguntarle qué cantidad de aceite había todavía. Le trajo la botija y la vio, considerando que sólo quedaba un cuartillo, poco más o menos. Y para ahorrarlo le mandó que por la noche no gastara aceite, sino que encendiera velas cerca a la Imagen de Nuestra Señora de San Juan. Y de día, le pidió que se gastara el poco aceite que había. Habiendo así quedado, le dio para aquella noche una candela de media libra. Al día siguiente, muy de mañana, entró el sacristán, admirado, con una candela en la mano, diciéndole: “Esta es la candela que Vuestra Majestad me mandó encender anoche; apagada la hallé y la lámpara estaba ardiendo y el vaso lleno de aceite”. Sorprendido de tal noticia, el Padre Juan Contreras Fuerte fue a ver con sus propios ojos, reconociendo que era cierto. Y le dijo: “Tenemos suficiente aceite para ir a traer el necesario a Guadalajara”. Inexplicablemente, el poco aceite que había duró ardiendo seis días con sus noches en lo que fue y vino el mozo a Guadalajara, y más que faltar, sobró. Y tomándolo a milagro, separó como reliquia un poco de este aceite[1].
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[1] Archivo Histórico Catedral Basílica de San Juan de los Lagos. Informe de Milagros de Nuestra Señora de San Juan por el Padre Juan Contreras Fuerte en 1668.
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