sábado, 9 de mayo de 2020

HOMILÍA DEL V DOMINGO DE PASCUA DEL SR. CANGO. P. TRINO MÁRQUEZ GUERRERO

V DOMINGO DE PASCUA CICLO A
10 de mayo 2020
Comentario al evangelio del domingo, Juan 14, 1-12
El evangelio de este domingo es parte del primer discurso de despedida de Jesús, 13, 31-14, 31, en el que nos ofrece el sentido de su partida de Jesús, revelándosenos como único camino para llegar a la casa del Padre.
Cristo se va, pero los discípulos no deben perder la calma. La muerte de Jesús abre una brecha en el tiempo. Al llegar hasta el fondo de su ofrenda, Jesús revela las profundidades del amor de Dios; abriendo así el camino que conduce a Dios. Si los hombres le imitamos en su misterio de muerte y resurrección, entraremos en la comunión del Padre; pasaremos de la vida presente a la eterna.
Cuando Jesús nos dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, nos está diciendo que la relación que él nos ofrece con Dios es viva en sentido literal. Sus discípulos se confundieron y entristecieron ante el anuncio de su pasión y querían retenerlo, como se pretende retener al amigo que pretende marchar.
Lo mismo nos pasa cuando queremos retener a Dios y venerar lo que nos queda de él, aunque sean reliquias sin alma, sin vida, palabras que repetir, principios que defender, títulos que confesar, para suplir un encuentro auténtico, un anuncio alegre y atrevido. ¡Queremos venerar a Dios en un relicario!
Jesús es el Camino. Nos invita a seguirle; seguirle es imitarle. Sabe que es largo el recorrido y que no es fácil. Él sabe con qué facilidad caemos en la tentación de hacer de nuestras prácticas y devociones un coto donde nos sentimos protegidos. Por eso nos llama a seguirle, para ser engendrados por su gracia, con la confianza de que él recorre ya eternamente nuestros caminos hasta franquear las puertas del Reino de Dios.
Jesús es la Verdad. No es verdad abstracta para ser aprendida y dicha de memoria, sino verdad viva que se expresa a través de nuestras palabras que, aunque fugaces, cuando son sostenidas por su gracia son portadoras de la declaración de un amor que Él hace eterno. Por eso, si nos repetimos las palabras que nos transmitieron los testigos, es para despertar lo que ellas pretenden suscitar en nosotros.
Jesús es la Vida. Ante la cantidad de violencias, injusticias y barbaries que se comenten en el mundo, nos invita a entrar en comunión con él y, sin taparnos los ojos y eludir las responsabilidades ante la dureza de la vida, confesar que Jesús es Señor y Dios, con la fuerza para vencer con su amor el odio y las injusticias; con la seguridad de que él asume nuestras muertes, las de cada día y las del último día, y que con él todas ellas reciben la semilla de una vida sin fin.
“Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces?”. Dios no tiene otro rostro que el amor que Jesús mostró por cada uno en cada una de sus palabras, gestos y signos. En Cristo se nos ofrece el único camino que conduce a la tierra de Dios, el de un corazón que se arriesga a amar. El amor no tiene más demostración que su propia existencia. El rostro solo se conoce cuando se acarician sus rasgos. La ley de la resurrección no consiste sino en imitar los rasgos del Señor, que resucitado hace oír su voz en cada acontecimiento y en cada hermano que toca a nuestra puerta.
Siguiendo el ejemplo de la Santísima Virgen María, meditemos y guardemos en el corazón las palabras de su Hijo, para que podamos hacerlas vida. Y con palabras del Papa Francisco digámosle llenos de confianza filial:
Bajo tu amparo nos acogemos a ti Santa Madre de Dios, en la difícil situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero.
Acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.
Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Cf. M. Bastin, G. Pinckers, M. Teheux, Dios cada día, siguiendo el leccionario ferial, 1 Cuaresma y tiempo pascual, 2ª ed. Santander 1982, 177-180.

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