domingo, 31 de mayo de 2020

DOMINGO DE PENTECOSTÉS “VENDRÁ PARA NOSOTROS EL ESPÍRITU QUE DA VIDA” (SR. CANGO. P. JAIME GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ)

Nunca, como hoy, sumergidos en el dolor de esta pandemia, anhelamos que “resplandezca sobre nosotros el fulgor de Dios todopoderoso.” Esperamos con vehemencia que “el Señor Dios derrame su Espíritu sobre todos.” Y como el profeta Joel, queremos “soñar sueños y ver visiones” que nos anuncien, que ya está pasando la sombra de esta contaminación y de tantas muertes.
Sin embargo, somos conscientes de que todas las voces nos dicen que este virus vino para quedarse con nosotros. Por eso, no pretendamos poner “punto final” a nuestras precauciones sanitarias; la vida hay que vivirla, en cada momento, poniendo una “coma” que nos anuncie algo nuevo y mejor que vendrá de lo “Alto,” siempre por nuestra mediación. Por eso es muy importante que no perdamos la paz que Dios nos da. 
María, la Madre de Dios y Madre nuestra, así como, “a puerta cerrada,” se reunió con los apóstoles, la Iglesia Naciente, también ahora se reúne con nosotros, la Iglesia “Universal,” donde cabe el mundo entero, y se reúne para ORAR, invocando al Espíritu Santo, Señor y Dador de vida que venga.  
Nos invita, la Gran Intercesora, María, no para llorar al Dios que se fue, sino para invocar al Dios, prometido, que vendrá.  Con el apóstol San Pablo, “hay que invocar el nombre del Señor que nos salvará.” Hay que aferrarnos a su promesa que nos dice que “vendrá sobre sus elegidos.
El diluvio del Espíritu Santo está por venir. Y “todo el mundo gemimos como quien sufre dolores de parto.” “Gemimos interiormente anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios.” ¡Hoy, pues, será nuestro Pentecostés! 
Preparémonos a ser mujeres y hombres nuevos, porque…, cuando se abrió la puerta, Pedro y los demás se dieron cuenta, “de golpe y de tajo,” de que a una nueva realidad los enfrentaba. Había que dejar el miedo y la cobardía, el temor de experimentar la muerte, sabiendo –como ellos sabían- que predicarían la vida eterna de un Dios, muerto y ahora resucitado; Vencedor del Maligno, del pecado y de la muerte.
Por eso, hermanos, hemos de estar encerrados estos días, como el grano en la tierra, desarrollando más a fondo nuestro ser mismo, preguntándonos “quiénes somos y para qué estamos en este mundo.” Y así, cuando sople su aliento el Espíritu Santo, saldremos a enfrentar, gozosos, la nueva realidad que exigirá una nueva forma de vivirla.

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EL MILAGRO DE LA CABELLERA DE LA VIRGEN DE SAN JUAN.- Dr. José Everardo López-Padilla

HISTORIA Y MILAGRO DE LA CABELLERA DE NTRA. SRA. DE SAN JUAN

No sabemos cuándo comenzó a presentarse la bendita Imagen de Ntra. Sra. de San Juan con cabellera de pelo natural, así como tampoco sabemos cuándo comenzó a exhibirse con vestido y manto.

No nos atrevemos a plantear, ni siquiera como duda, si antes del primer milagro de 1623, en el largo periodo de 80 años, fuera venerada con vestido y manto sobrepuesto, y mucho menos con cabellera de pelo natural.

El rostro y las manos juntas, parecen indicar que podían ser dignamente presentadas ya sea sobrevestida o ya sea la Imagen sola, sin más añadiduras.

Por el relato contado por el Capellán Mayor Don Juan Contreras Fuerte de este milagro que vamos a presentar, podemos concluir que, desde años antes a 1661 o 1662, la bendita Imagen era presentada con cabellera natural.

Esto cuenta el Capellán Mayor:

"Sin saber qué año fue (si 1661 o 1662), declaró que habiendo llegado a este Santuario Doña Isabel de Bocanegra en compañía de su marido Don Juan de Maldonado (Alcalde Mayor de las Minas de Sombrerete) trajo esta señora una licencia por escrito del Sr. Obispo Don Juan Ruiz Colmenero para que vistiera a la Santísima Virgen de San Juan. 

Para cumplimentar el mandato del Sr. Obispo le presenté los vestidos y joyas que tenía la Virgen. Ella escogió un vestido de lama verde y le puso una cabellera de cabellos muy negros que había traído. 

Fue con mi desagrado, porque creía que ese color desdecía mucho. Tampoco me agradaba que la estuviera vistiendo del modo que lo estaba haciendo. Una vez que terminó, puse la Sagrada Imagen dentro de su caja. 

Y a los muy pocos días cayó en la cuenta, este testigo y el Padre Nicolás Pérez, que el color de la cabellera no era el que yo le había visto poner, la cabellera ahora tenía un color como de avellana. La dejé por algunos días puesta y di cuenta al Sr. Obispo Colmenero (de grata memoria). Luego la repartí como reliquias, entre otros, al Ilustrísimo Sr. Obispo de Michoacán Don Fray Marcos Ramírez de Prado, al Sr. Deán de Guadalajara Don Bartolomé de Saviña, entonces Provisor y Vicario General. Y este suceso lo tuve por prodigio y milagro de la Virgen de San Juan. 

FUENTE: 
López-Padilla, José Everardo; Gutiérrez-Gutiérrez, Jaime (2019). La Imagen de Nuestra Señora de San Juan. Acento Editores. Guadalajara, Jalisco.

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sábado, 30 de mayo de 2020

DOMINGO DE PENTECOSTÉS.- Sr. Cango. P. Trinidad Márquez Guerrero

Hch 2, 1-11; Sal 103; 1 Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23

Hoy celebramos la gran fiesta de Pentecostés, acontecimiento en el que se cumple la promesa que Jesús había hecho a sus discípulos, enviándonos el Espíritu Santo. No les ha dejado solos. Con esta nueva presencia cambia la tristeza en alegría, los recuerdos de dolor, fracaso y traición en perdón, abre las puertas que había cerrado el miedo, les hace entenderse por todos. Y pone en sus corazones el deseo imperioso de contar lo que habían visto y oído de Jesús.

De estar reunidos en un mismo lugar, los discípulos pasan a estar unidos para testimoniar con la palabra y los hechos por todo el mundo que solo hay nombre en el que podemos ser salvados, Jesús. A partir de ese momento, cada uno los oye hablar en su propia lengua. La diversidad de las lenguas representa la diversidad de las culturas y habla de la Iglesia, la comunidad de los discípulos, como enviada a todos los pueblos y a todas las culturas, para anunciar e instaurar el reino de Dios pregonando el evangelio de Jesucristo. A partir de Pentecostés, los discípulos difícilmente podrán volver a estar reunidos todos en un mismo lugar, pero es a partir de ese momento que estarán más unidos y fortalecidos que nunca, porque el Espíritu Santo hará de la Iglesia misterio de comunión a semejanza del misterio de Dios Uno y Trino.

El Espíritu no es derramado en el creyente como un don individual. El cristiano no es un asceta ni un místico solitario. El Espíritu es un don que entabla vínculos de fraternidad, que forma familia y hace la comunidad. El don de la unidad se sostiene de la espiritualidad de comunión, que brota del corazón del misterio de la Trinidad: “Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios que, hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. Misterio que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado, ver ante todo lo que hay de positivo en el otro. Es la capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico de Cristo.

Se habla del misterio de Pentecostés bajo los elementos de viento y fuego, que en estado natural son inconmensurables, imprevisibles, no programables. Simbolizan la fuerza y la libertad del Espíritu, cuya fidelidad se muestra en la medida en que el discípulo no tenga la pretensión de administrarlo.

Los que vieron y escucharon a los discípulos en Pentecostés quedaron sorprendidos, fuera de sí, pero únicamente porque aparecían fuera de sí aquellos hombres hasta ahora temerosos, que arrebatados por el viento y el fuego del Espíritu dejaron atrás todos sus miedos y confiando solo en Dios se lanzaron a cumplir con la misión que Jesús les había confiado. Ojalá que nosotros, como creyentes, como Iglesia, pudiéramos despertar entusiasmo y hablar de las maravillas de Dios con tal alegría y frescura que pudiéramos atraer a otros. Que en la pluralidad de dones, servicios y actividades que tenemos como Iglesia católica pudiéramos testimoniar la verdad, para que el mundo crea, haciendo realidad el deseo del Señor.

Cómo sabremos si el Espíritu nos asiste. Si logras decir una oración; si sin que nadie te lo mande eres capaz de compartir tu pan con el necesitado; si tienes fuerza para que el recuerdo ya no te haga daño y logras perdonar; si encuentras a uno que te dirige una palabra viva, eficaz, original que es capaz de mover tu corazón; si lees una página resabida del evangelio como si la hubieras descubierto en ese momento; si te avergüenzas de tus pecados y entran de improvisto ganas de llevar una vida nueva, quiere decir que es el Espíritu quien te hace sentir, quien lo ha puesto en tu corazón, quien te ha inspirado, quien está actuando en ti con su acción purificadora y fecunda. No tengas duda, que nadie puede experimentar el don de Dios, si no es bajo la acción del Espíritu Santo.

Pidamos que ese viento extraño de Pentecostés irrumpa en nuestra casa, en nuestra vida para que nos lance fuera sin temor a proclamar las maravillas de Dios.

Que María, maestra y modelo de unidad en torno a los Apóstoles y los discípulos, abra nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo en nuestras almas para que hagamos lo que su Hijo nos manda y como Iglesia seamos uno como Él y el Padre.

«Por tu limpia Concepción y belleza sin igual, cúbrenos con tu manto, Madre Santísima de San Juan».

lunes, 25 de mayo de 2020

MILAGRO DEL ACEITE QUE NUNCA FALTÓ EN EL SANTUARIO DE NTRA. SRA. DE SAN JUAN (Dr. José Everardo López-Padilla)

EL ACEITE QUE NUNCA FALTÓ 
En octubre de 1662, el Padre Juan Contreras Fuerte encontró que quedaba muy poco aceite para la lámpara de la Santísima Virgen. Por ese motivo, buscando lo más cerca, fue al pueblo de Teocaltiche a conseguir prestada una botija de aceite. Pero no encontró ni prestada ni comprada. Con esta preocupación, el día de San Lucas, llamó al sacristán Sebastián de Salazar para preguntarle qué cantidad de aceite había todavía. Le trajo la botija y la vio, considerando que sólo quedaba un cuartillo, poco más o menos. Y para ahorrarlo le mandó que por la noche no gastara aceite, sino que encendiera velas cerca a la Imagen de Nuestra Señora de San Juan. Y de día, le pidió que se gastara el poco aceite que había. Habiendo así quedado, le dio para aquella noche una candela de media libra. Al día siguiente, muy de mañana, entró el sacristán, admirado, con una candela en la mano, diciéndole: “Esta es la candela que Vuestra Majestad me mandó encender anoche; apagada la hallé y la lámpara estaba ardiendo y el vaso lleno de aceite”. Sorprendido de tal noticia, el Padre Juan Contreras Fuerte fue a ver con sus propios ojos, reconociendo que era cierto. Y le dijo: “Tenemos suficiente aceite para ir a traer el necesario a Guadalajara”. Inexplicablemente, el poco aceite que había duró ardiendo seis días con sus noches en lo que fue y vino el mozo a Guadalajara, y más que faltar, sobró. Y tomándolo a milagro, separó como reliquia un poco de este aceite[1]
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[1] Archivo Histórico Catedral Basílica de San Juan de los Lagos. Informe de Milagros de Nuestra Señora de San Juan por el Padre Juan Contreras Fuerte en 1668.

NTRA. SRA. DE SAN JUAN CURA A UNA PACIENTE DE CÁNCER DE MAMA EN EL 2015 (Dr. José Everardo López Padilla)

LA MILAGROSA CURACIÓN DE CÁNCER DE MAMA
En el año 2015, el Dr. José Everardo López Padilla fue testigo presencial del siguiente suceso: en los primeros días del mes de julio, se presentó ante el Padre Juan Francisco Navarro (entonces Vicario General de la Diócesis de San Juan) una mujer que le pedía le permitiese entrar a un cambio de vestido de la Virgen de San Juan, debido a que, desde hacía algunos años, padecía cáncer de mama con metástasis (invasión a otras partes del cuerpo) y recientemente había sido desahuciada por los Médicos; su mayor ilusión era poder tener cerquita de sí misma a nuestra Madre Santísima de San Juan y platicar con Ella. El Padre Juan Francisco, conmovido, la invitó al cambio de la Virgen que se realizaría el día 31 de julio de ese mismo año. Llegado el momento, por la noche, estando la mujer en el Camarín, fue testigo de la bajada de la bendita Imagen de Nuestra Señora, y jamás imaginó que el Padre Juan Francisco iría directo hacia ella para colocarle el manto de la Virgen en su pecho. La señora, al entrar en contacto con la prenda bendita, testifica que “sintió una especie de calor que recorría todo su cuerpo, y que la invadía una inmensa paz interna”. Mientras tanto, se desbordaba en un mar de lágrimas, pero “lágrimas de felicidad”. Al terminar el cambio, el mismo Padre Juan Francisco puso frente a la señora la Imagen de Nuestra Señora de San Juan para que le pidiera un milagro. 
El día 15 de agosto (día de la Asunción de María a los Cielos) tuvo cita en el Hospital, donde el Oncólogo le practicaría algunos exámenes para enviarla a cuidados paliativos. Cuando el Médico revisó los estudios de imagen y de laboratorio se sorprendió al no encontrar la enfermedad en su cuerpo, por lo que creyó que había habido algún error, así que mandó se le realizaran nuevos estudios supervisados por el Médico tratante en persona, observando, nuevamente, que la paciente estaba totalmente libre del cáncer, sin observarse siquiera invasión del mismo, cuando, semanas atrás, en sus últimos estudios, se habían presentado con incursión a gran parte de su cuerpo. La mujer, al ver al Doctor sorprendido y sin poder creer lo que sus ojos veían, le confesó que dos semanas antes le había sido colocada la Imagen de Nuestra Señora de San Juan en su pecho, por lo que tenía este suceso a milagro. Días después dejó su expediente médico completo en el Archivo Histórico de la Catedral Basílica de San Juan de los Lagos para que constara el hecho. La señora, hoy en día, continúa libre de cáncer.

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[1] Archivo Histórico Catedral Basílica de San Juan de los Lagos. Informe de Milagros de Nuestra Señora de San Juan por el Padre Juan Contreras Fuerte en 1668.

domingo, 24 de mayo de 2020

EL MILAGRO DEL VESTIDO DE LA VIRGEN DE SAN JUAN. (Dr. José Everardo López Padilla)

Cuando el Sr. Capellán Mayor del Santuario de Ntra. Sra. de San Juan estaba gestionando en el Obispado de Guadalajara que se le construyera su tercer y actual Santuario, sucedió un hecho que el propio Obispo interesado quiso dejar asentado en las actas del Archivo Histórico y se trata del siguiente relato: 

El Ilustrísimo Sr. Obispo D. Nicolás Carlos Gómez de Cervantes (Obispo que fue de Guadalajara de 1726 a 1734), debió la vida a Nuestra Señora de San Juan, cuyo vestidito se aplicó como reliquia en cierta ocasión que estaba desahuciado de los Médicos por cierta enfermedad, que pareció ser hidropesía según se hinchaba, y habiéndose aplicado la reliquia durante la noche, al día siguiente amaneció sin la hinchazón y totalmente sano, atribuyendo los Médicos tan repentina mejoría a beneficio especial de la Gran Reina de San Juan. Así se lo contó al dicho Capellán Don Francisco del Río Tirado el mismo Señor Obispo, quien le añadió haberle sucedido cosas prodigiosas para resolverse a comenzar la Iglesia actual que es la Catedral Basílica de San Juan de los Lagos. Esta declaración se hizo el 22 de agosto de 1734. (Resumido de los documentos del Archivo Histórico de la Catedral Basílica de San Juan de los Lagos)

Fuente: 
López-Padilla, José Everardo; Gutiérrez, Jaime. (2019). La Imagen de Nuestra Señora de San Juan. Editorial Acento, Guadalajara. Jal. 

sábado, 23 de mayo de 2020

VII DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. Sr. CANGO. P. TRINIDAD MÁRQUEZ GUERRERO

La Ascensión del Señor: Hch 1, 1-11; Sal 46; Ef 1, 17-23; Mt 28, 16-20

Estamos llegando el final de la Pascua. Ha sido una Pascua extraña para todos, vivida en gran parte en nuestras casas, con las puertas cerradas, por miedo, no a los judíos, como dice el evangelio que ocurrió a los Apóstoles, tras la muerte de Jesús, sino por defendernos de un microorganismo que se ha llevado la vida de personas y ha cambiado nuestra forma de vida. Aun así, tenemos motivos para alegrarnos porque, sobre todo, creemos que la muerte y el sufrimiento no son el final, sino que la vida será quien se alce con la victoria.
Hoy celebramos la Ascensión del Señor. En el Credo confesamos nuestra fe en Cristo, que «subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre». ¿Qué significa esto para nosotros?
Nuestro evangelista Mateo, en el anuncio del ángel a María, presenta a Jesús como Emmanuel, Dios con nosotros (1, 23), y fiel a su tema, al final de su evangelio, ante la imposibilidad de ver a Cristo con nuestros ojos, nos dice que Dios permanece con nosotros, que Dios no abandona la morada adquirida con la encarnación del Hijo: “sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (28, 20). Según Mateo, los discípulos regresaron a su natal Galilea y allí, donde el Resucitado, por medio de las mujeres, les mandó que regresaran, se vuelven a topar con él. Jesús se reencuentra con los suyos en lo cotidiano, en un lugar cercano a aquel donde lo encontraron por primera vez, donde escucharon por primera vez su voz y su llamada. Jesús ha querido que regresen a ese contexto para volver a verlos y hacerse presente en sus vidas aparentemente normales: aunque ya no son normales, no pueden serlo porque Él ha pasado por ellas y las ha transformado. Algo así tiene que ser la experiencia de nosotros como discípulos suyos.
En el texto de los Hechos de los Apóstoles se nos insiste en el valor de la comunidad. La promesa del Señor es a su Iglesia, a la comunidad. Se nos dice que cuando Jesús se les aparece están reunidos a la mesa. De nuevo es en el banquete, en el compartir, en la comida fraterna donde Jesús se manifiesta, como tantas veces lo hizo durante su vida. Y les promete que cuando el Espíritu Santo descienda sobre ellos, los llenará de fortaleza y para que sean sus testigos hasta los últimos rincones de la tierra.
Hoy la Iglesia no celebra la partida del Maestro sino la partida de los discípulos: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
El poder que le ha sido dado al Hijo es, en cierto sentido, transmitido a sus discípulos, que tienen la tarea de asegurar su presencia en el mundo. Es la presencia de Jesús en el mundo a través de la Iglesia. Es una orden precisa y permanente, Jesús tiene pleno poder y manda que se bautice y enseñe a todos los pueblos, enseñándoles a cumplir todo lo que él nos ha mandado, al tiempo que nos asegura su presencia.
La vocación del cristiano, inserto en la Iglesia, es la de ser signo de la presencia de Dios en el mundo y hacer nacer en los otros el deseo y la exigencia de establecer la misma relación con Jesús. Como no es posible llegar a todos ni alcanzar a todos. Si mi vida, iluminada y transformada por la presencia del Resucitado, toca a alguno, se hace significativa en relación al bien de la humanidad entera. No es cuestión de multiplicar las actividades, sino de dar intensidad y trasparencia evangélica a la propia existencia.
No podemos quedarnos plantados, parados, mirando al cielo; es necesario entrar dentro de sí y partir inmediatamente. Efectivamente, hoy más, que nunca, la Iglesia necesita la colaboración de todos, donde quiera que nos encontremos y sea cual sea nuestra profesión o nuestro trabajo, somos enviados, como cristianos, a comunicar a nuestros prójimos, de palabra, de obra y con un estilo de vida que sea creíble y elocuente, la misión que nos encarga Jesús, instaurar su reino de justicia, paz y amor.
Hoy celebramos también la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El mensaje del Papa Francisco para esta jornada nos recuerda que el hombre es un tejedor de historias, un narrador necesitado de historias, pero que no todas las historias son buenas ni le son favorables. Es la Sagrada Escritura la Historia de las historias, que contiene la historia de Cristo, una historia que se renueva.
A Cristo podemos narrarle las historias que vivimos, llevarle a las personas, confiarle las situaciones. Con Él podemos anudar el tejido de la vida, remendando los tejidos rotos y los jirones.
Con la mirada del Narrador, el único que tiene el punto de vista final, podemos acercamos luego a los protagonistas, a nuestros hermanos y hermanas, actores a nuestro lado de la historia de hoy, en la que podemos ser portadores de esperanza, ser personas ilusionadas que, ante un mundo egoísta, podamos mostrar un amor desinteresado; ante un mundo centrado en lo inmediato y lo material, podamos ser testigos de los valores que no acaban. Es algo que podemos hacer todos: los consagrados a Dios en nuestro diario servicio a la caridad, los padres para con los hijos y los hijos para con los padres, los mayores y los jóvenes, los políticos, los maestros, los médicos y los auxiliares de la salud en su atención a los contagiados por el coronavirus. Seamos narradores de la única historia que puede sanar nuestras vidas, la historia de Dios con nosotros.
«Por tu limpia Concepción y belleza sin igual, cúbrenos con tu manto, Madre Santísima de San Juan».

VII DOMINGO DE PASCUA. REFLEXIÓN DOMINICAL DEL SR. CANGO. P. JAIME GUTIÉRREZ

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR “ME VOY… PERO ME QUEDO”
Ascendió el Hombre-Dios, Jesús, a los cielos “hasta que una nube lo ocultó a los ojos de los ahí reunidos.” Gran misterio de amor es la ascensión del Señor. Se trata de Alguien lleno de amor que se va. Se ausenta y se despide como hombre, pero… se queda como Dios Salvador. Por eso insiste Lucas en los Hechos de los Apóstoles: “Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá.
Y si fue una gran maravilla que Dios bajara a la tierra para encarnarse, ahora, al subir, promete el memorial de su presencia divina que es muchísimo más que un recuerdo… Es su presencia invisible pero real. Por eso sentencia: “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” Esa nueva presencia en medio de nosotros, y en nosotros mismos, culmina en el bautismo por el que vive y opera Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en nosotros. Para nosotros es, pues, un memorial y un sacramento del Dios que nunca dejará de ser trascendente, por eso, aunque se va, siempre se queda y es vivo su amor. 
Por eso, hemos de considerar un grandísimo regalo la presencia del Señor Dios en cada uno de nosotros, y cuando nos reunimos en su nombre. Nunca, pues, estaremos solos, el amor de Dios por nosotros siempre permanece, y más lo sentimos cuando nos amamos unos a otros. Él está en cada uno de nosotros.
Lucas, en su relato de la ascensión, insiste en que el dolor de la visible ausencia puede dejarnos “estáticos,” paralizados, obsesionados mirando el pasado que no volverá por más que lloremos. Tienen, pues, razón los dos hombres vestidos de blanco, y no de luto, que dicen a los reunidos: “Galileos, ¿qué hacen ahí parados, mirando al cielo?” “Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos.” Y es que, ahora, Dios se nos ofrece como Don para compartir con los demás los dones recibidos. Cierto que Dios está con nosotros, pero… para que lo anunciemos como la buena noticia. Hemos de hacerlo sabiendo que el Señor, que ahora sube a los cielos, volverá por nosotros. 
Para un cristiano cualquier adversidad no es nuestro final, ni siquiera la muerte terrenal. Nuestro Dios, se aleja victorioso y nos pide que cumplamos nuestra misión. Aunque sea muy grande la cuota de dolor que tengamos que pagar,  inmensamente más grande es el amor de Dios que nos promete un feliz final. Hay que esperar de pie. Dios… nunca se va.

domingo, 17 de mayo de 2020

VI DOMINGO DE PASCUA, REFLEXIÓN DOMINICAL DEL SR. CANGO. P. TRINIDAD MÁRQUEZ GUERRERO

VI DOMINGO DE PASCUA CICLO A
Hech 8, 5-8. 14-17; Sal 65; 1Pe 3, 15-18; Jn 14, 15-21
“Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes”.
El evangelio de este domingo es una continuación del domingo anterior. Los discípulos desconcertados ante el anuncio de la pasión y partida de Jesús no deben temer, porque no los dejará solos; él les enviará un Paráclito, alguien que los aliente y les ayude a comprender lo que Jesús está haciendo.
La palabra “paráclito” tiene como raíz un verbo que significa la idea de hablar, influir positivamente, dirigirse a otro para animarlo. Referido al Espíritu Santo, este auxilio se comprende mejor si nos fijamos en las otras tres veces que el evangelio de Juan menciona al Paráclito, refiriéndose a él, como el que enseñará y recordará todo a los discípulos (14, 6), como el Espíritu de la Verdad que testimonia sobre Jesús (15, 26) y como el que deja al descubierto lo que es el pecado, la injusticia y el juicio (16, 8).
El Espíritu Santo es otro Paráclito que auxilia. El primero es Jesús, que en los capítulos precedentes es presentado en constante auxilio de la gente, en las bodas de Caná, sanando al hijo de un funcionario, a un paralítico, dando de comer a la gente con los panes multiplicados, librando a la mujer adúltera, curando al ciego de nacimiento y devolviendo la vida a su amigo Lázaro. 
El Espíritu Santo es un don para los discípulos desconcertados en su fe, es un regalo para la Iglesia que nace del sacrificio de Cristo en la cruz, es el otro Auxiliador que les ayudará a no perder la memoria, a seguir profundizando en la verdad recibida, a discernir dónde está lo bueno y dónde está lo malo; sólo aceptando este don podrán ser verdaderos testigos del Señor Resucitado.
Ahora, nosotros somos esos discípulos del Señor y es a nosotros a los que se nos ofrece el don del Paráclito, para hacer de nosotros una Iglesia pascual, es decir, una comunidad de discípulos misioneros en acción. Para ser Iglesia del amor, de la interioridad y de la liberación no a base de fuerza, sino del respeto, tolerancia, lealtad y generosidad. Iglesia de la coherencia, capaz de dar razón de su esperanza. La esperanza y el amor no se gritan y mucho menos se imponen. El amor y la esperanza son una experiencia que contar, tarea nunca terminada y lección por aprender.
“Si me aman, cumplirán mis mandamientos…”
La motivación para permanecer como discípulos de Jesucristo no puede ser más que el amor como estilo de nuestra conducta. Si hemos aprendido a amar, hemos aprendido todo, hemos entendido el amor de Cristo, hemos entendido todo lo que había que entender de nuestro primer Auxiliador y ahora él está permanentemente en nosotros y nosotros con él.
Jesús tiene una sola misión, mostrarnos el verdadero rostro del amor del Padre, recreando el proyecto original que Dios tuvo al crearnos, desfigurado por el pecado. Como Iglesia que participa de la victoria de Cristo Jesús sobre el pecado y la muerte, nuestra vocación es vivir el amor colaborando para crear condiciones que permitan a cualquier hombre o mujer pasar de situaciones menos humanas a situaciones más libres de cualquier tipo de opresión.
“Hermanos glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a dar, al que se las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes”, nos dice primera de Pedro, haciendo que la experiencia del cielo sea posible sin tener que abandonar la tierra.
Como discípulo de Jesucristo, no es que tenga la obligación de ir a muchos santuarios, de ir al templo, porque el santuario que debo frecuentar, el templo que debo cuidar para no romper la relación con Dios, lo tengo dentro de mí mismo. No tengo la necesidad de ir lejos para ver al Señor, basta que venza el miedo a entrar al centro mismo de mi persona, a mi conciencia, ese ámbito donde mis opciones de vida tienen su sagrario. Jesús me invita a abrir el corazón y ver con qué estoy satisfaciendo esa hambre que nunca podrá ser saciada solo con pan y dinero.
Pero, todo esto no es posible sin el don del Paráclito, sin el auxilio de aquel que es fiel intérprete de la vida de Jesús y admirable constructor de la vida de la Iglesia.
Preguntas:
¿Con qué dimensiones de mi vida relaciono la presencia del Espíritu? ¿Con asuntos extraños o con compromisos cercanos y transformadores?
Revisemos nuestro entorno familiar, eclesial y social, ¿qué frutos de amor son urgentes? ¿Qué propósito podría hacerme?

Cf. Toribio Tapia Bahena, Del encuentro con Jesucristo a la misión, Ciclo A, OMPE México 2010, 148-151.

VI DOMINGO DE PASCUA "NO ESTAMOS SOLOS" REFLEXIÓN DOMINICAL DEL SR. CANGO. P. JAIME GUTIÉRREZ

Hoy más que nunca debemos convencernos de que no estamos solos, Dios estará siempre con nosotros, como el Gran Consolador, el Invisible Caminante que camina con nosotros. Pero, para que esto realmente suceda, cada uno de nosotros ha de orar y ha de abrir su corazón y su íntimo espíritu al Espíritu Santo. Ha de permitir que Dios, Espíritu de verdad y de amor lo posea y lo guíe hacia su feliz destino.
Hoy, ante la gran vulnerabilidad que experimentamos, el Dios Resucitado nos hace fuertes, cuando nos dice: “No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes.” Y, ante nuestra gran impotencia que no puede evitar una muerte “gratuita” e imprevista, también nos conforta, cuando nos dice: “Porque yo permanezco vivo, ustedes también vivirán.” Son palabras de quien ha vencido a la muerte y es Dios Creador y Salvador.
Por lo antes dicho, la gran diferencia que hay entre quien no cree en Dios y no espera su consuelo divino, y el creyente que se abandona a las manos misericordiosas de Dios y se deja –por eso- invadir del Espíritu Santo, está en que el cristiano deja de temer a la muerte porque cree en la otra vida que es para siempre. Y porque cree, Pedro está convencido de que “es, pues, mejor padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.” Dejemos, por tanto, en esta pandemia, que obre naturalmente la Naturaleza; que se reconstruya con nuevas formas de relacionarnos y de habitar en nuestro planeta, para bien de nuestra vida humana tan deteriorada espiritualmente, como personas y como sociedad.
La embriaguez de nuestro gran poder tecnológico nos ha hecho creer que somos dioses. Y de verdad que lo somos, pero mortales y muy vulnerables; capaces de que un virus, más pequeño que un átomo, nos colapse y se muestre invencible. Sin embargo el Coronavirus es una creatura, como el hombre, y es Dios su creador. Y ese Dios, es quien, si se lo pedimos, nos dará su Espíritu Regenerador de vida. Por eso, en este “callejón sin salida” creamos en Dios; deseemos a Dios, Espíritu de verdad, de amor y de vida. Ven Espíritu Santo, ven.

Sr. Canónigo Padre Jaime Gutiérrez Gutiérrez: Es Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de San Juan de los Lagos, tiene Maestría en Teología Dogmática por la Universidad de Burgos en España, actualmente es el responsable de la Comisión de Arte Sacro de la Catedral Basílica de San Juan de los Lagos. 

sábado, 9 de mayo de 2020

DÍA 9.- NOVENA EN HONOR A LA MILAGROSÍSIMA IMAGEN DE MARÍA SANTÍSIMA DE SAN JUAN


ACTO DE CONTRICIÓN.

¡Oh! Virgen Purísima, Madre admirable de Dios, Abogada de los pecadores y Reina de los ángeles, veis aquí postrado a vuestros pies al mayor de los pecadores, pues al Dios de la Majestad (a quien con tanto amor concebisteis; disteis a luz y creasteis, ahora en el cielo su incomparable hermosura os llena de suma gloria, tiene arrebatadas las atenciones de todos los santos y ángeles, que temblando en su presencia no cesan de amarlo) me atreví yo, gusanillo vil a despreciar tan inmensa hermosura, por un poco de nada que es el pecado. Pésame, Señora, de mi ingratitud, y propongo morir antes que pecar, y confío en vuestras amorosísimas entrañas de piadosa Madre me alcanzaréis el gozo de la eficaz gracia en la cual persevere hasta la muerte. Amén. 

NOVENO DÍA 

Salutación a la Santísima Virgen María, Ntra. Señora de San Juan. 

Dígnate, Virgen Santa, de que tu siervo te alabe y diga: Ave María, Ave cándida paloma. Ave refulgentísima estrella, Ave luz sobremanera hermosa, Ave de los serafines cántico, Ave de los querubines himno, Ave alegría del género humano, pues tan poderosa eres, Señora, el perdón de los pecados nos alcances. Amén. 

ORACIÓN QUE SE HA DE VARIAR TODOS LOS DÍAS.

¡Oh! Inmaculada y siempre bendita, singular e incomparable Virgen María, Madre de Dios, templo suyo muy agradable, sagrario del Espíritu Santo, puerta del reino de los cielos, por quien después de Dios, vive todo el orbe de la tierra, inclina hacia mí esos tus misericordiosos ojos, que dan vida de gracia a las almas. Compadécete de mí, Señora, que con mortales accidentes por instantes me acabo y con mortales culpas me consumo, rodeado siempre de demonios que como hambrientos leones me pretenden tragar. No lo permitas, Señora, líbrame de esta desgraciada muerte, que ya desde hoy te prometo dejar todas las ocasiones de culpas, y sólo aspirar con nueva vida a la consecución de la gracia, y si el favor que te pido en esta novena me conviene para este fin, concédemelo por los méritos de tu Santísimo Hijo Jesús nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.  

(Aquí se hace la petición a María Santísima de San Juan, según la necesidad particular de cada uno, hecha alguna pausa, se reza la siguiente:

CORONA DE LOS DOCE PRIVILEGIOS DE LA INMACULADA MADRE DE DIOS 

En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 

ANTÍFONA.
Un gran portento apareció en el cielo, una mujer vestida del sol, la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas (Apc. 12, v. I.)

Primer Cuaternario. 
V. Señora mía de San Juan, Virgen y celestial Paloma.
P. Tú defiendes Madre Mía a los que rezamos tu Corona.
V. Pues que nos proteges tanto como verdadera Madre.
P. Haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria. 

Segundo Cuaternario. 
V. Señora mía de San Juan, Virgen y celestial Paloma.
P. Tú defiendes Madre Mía a los que rezamos tu Corona.
V. Pues que nos proteges tanto como verdadera Madre.
P. Haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria. 

Tercer Cuaternario. 
V. Señora mía de San Juan, Virgen y celestial Paloma.
P. Tú defiendes Madre Mía a los que rezamos tu Corona.
V. Pues que nos proteges tanto como verdadera Madre.
P. Haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria. 

ANTÍFONA. 

Un gran portento apareció en el cielo, una mujer vestida del sol, la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas (Apc. 12, v. I.)

ORACIÓN QUE SAN AGUSTÍN COMPUSO PARA HONRAR A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María! Que jamás se ha oído decir que alguno que a Vos se acogiese, y pidiese socorro y protección haya sido desamparado. Yo, animado con tan dulce confianza, acudo a vos ¡oh! Virgen de las Vírgenes; a vos vengo y con temor de mis pecados me postro en vuestra presencia; no queráis ¡oh! Madre del Divino Verbo menospreciar mis súplicas, sino dignaos propicia de verme y favorecerme. Amén. (Lib. De Cor. De Flor. F. 156).

OFRECIMIENTO. 

Soberana Emperatriz de los cielos y Señora del universo, María Santísima, postrado humildemente en tu adorable presencia, te ofrezco estos tres Padrenuestros y doce Ave Marías, en honor de aquellas doce estrellas con que el Apóstol y Evangelista San Juan te vio coronada en los cielos. Por tan sublime y gloriosa prerrogativa doy a la Santísima Trinidad infinitas gracias; y con todo el regocijo de mi corazón contemplo en esos misteriosos y brillante astros; simbolizada la imperial corona de privilegios, gracias y virtudes singulares con que te ciñó y coronó tus purísimas sienes, desde el primer instante de tu Inmaculada Concepción. Por esta tu singular exaltación, te ruego serenísima Reina que me comuniques las influencias de tu virtud y fortaleza, para triunfar de los enemigos del alma; y me des tanta gracia cuanta necesito para merecer la corona que está preparada en los cielos para los que fielmente combaten hasta el fin. 

También te suplico ¡oh Señora y Madre mía! Que asistas y protejas a la Santa Iglesia, al Sumo Pontífice que la gobierna y a todo el clero secular y regular; que des luz y acierto a nuestros gobernantes, que mires compasiva a los herejes, cismáticos e infieles, para que salgan de la tenebrosa noche de sus errores e ignorancias; que emplees tu misericordia con todos los pecadores, y que alargando tu piadosísima mano para aliviar a todos los afligidos, sean las benditas ánimas del Purgatorio quienes obtengan particularmente el inestimable beneficio de su libertad, para que vayan a bendecirte y alabarte en la eterna bienaventuranza de la Gloria, donde vives y reinas por los siglos. 

¡Oh María, concebida sin pecado! ¡Rogad por nosotros que tenemos confianza en Vos!

ORIGEN DE LA VIRGEN DE SAN JUAN

¿CONOCES EL ORIGEN DE LA IMAGEN DE NTRA. SRA. DE SAN JUAN?


Por: Dr. José Everardo López Padilla 

La sagrada Imagen de Ntra. Sra. de San Juan se remonta al año de 1530 aproximadamente, en que es elaborada en los talleres del Sr. Obispo Don Vasco de Quiroga en Pátzcuaro, Michoacán por manos del artesano español Matías de la Cerda utilizando la técnica tarasca de la pasta de caña de maíz. 

Su material, la pasta de caña de maíz, le otorga una firmeza importante pero al mismo tiempo le permite ser muy liviana en su peso. La sagrada Imagen mide apenas 33 cms de alto y pesa 321 gramos, estas características les permitían a los Padres Franciscanos transportarlas desde Pátzcuaro hacia todos los pueblos de indios para su evangelización. 


La Virgen de San Juan, en su talla original, está pintada de color rojo su manto y azul su vestido; estos colores representaban, antiguamente, a la Inmaculada Concepción; de igual forma, la sagrada escultura tenía en sus pies una media luna negra que le fue mutilada a mediados del siglo XVII para meterla en un vaso de plata para protegerla.
Ntra. Sra. de San Juan llegó al pueblo de indios de San Juan alrededor de junio de 1542 traída por el Franciscano Fray Miguel de Bolonia, quien la dejó en la Capilla del hospital de indios dedicada a la Inmaculada Concepción; con el paso del tiempo su talla fue maltratándose, lo que hizo que los indios la colocaran en la sacristía, allí la india Ana Lucía, mujer de Pedro Andrés (indio principal) le barría a diario y hasta platicaba con Ella; hasta que un día, al llegar una familia de españoles venidos de San Luis Potosí y de oficio cirqueros, la niña más pequeña de esta familia, de unos 7 años de edad, murió instantáneamente al ser atravesada por unas dagas en su cuerpo; su cadáver fue amortajado y llevado a la Capilla de indios, allí fue colocada mientras llegaba el Sacerdote para darle cristiana sepultura; mientras tanto, la india Ana Lucía, acercándose a la madre de la niña, le dijo que no se preocupara, que la Cihuapilli (la Gran Señora) se la salvaría, en ese momento sacó la Imagen de Ntra. Sra. de San Juan y se la colocó en el pecho a la pequeña niña la cual volvió a la vida alrededor de las tres de la tarde completamente sana y solo con las cicatrices de las heridas. 


Esta familia de cirqueros propagó la devoción a Nuestra Señora de San Juan por todos los pueblos y ciudades que visitaban en busca de ganarse la vida, contando una y mil veces la historia de cómo una pequeña imagen de la Virgen María en el pueblo de indios de San Juan le había devuelto la vida a su pequeña hija, desde ese día miles y millones de personas acuden día tras día a visitar a Nuestra Señora de San Juan en su santuario. 

Fuente: López-Padilla, José Everardo. (2019). La Imagen de Nuestra Señora de San Juan. Editorial Acento, México.




ORIGEN DE LA TRADICIÓN DE LA "TIERRITA DE LA VIRGEN"

Autor: Dr. José Everardo López Padilla 

Actualmente es común encontrar en muchos negocios de San Juan de los Lagos la famosa "tierrita de la Virgen", que son panecitos de tierra con la imagen de Ntra. Sra. de San Juan estampada y que propios y extraños utilizan untada o comida por considerarla milagrosa. 

Pero, ¿de dónde viene esta costumbre? ¿cuándo y por qué existe esta tradición? Para responder a estas preguntas debemos remontarnos muy al principio de la historia del Pueblo de Ntra. Sra. de San Juan. 

Poco después del primer milagro portentoso de la Virgen de San Juan a la niña cirquera en 1623, miles de peregrinos acudían en masa a visitarla en su capillita de paja y adobe. Allí encontraban consuelo y paz en sus aflicciones y al mismo tiempo muchas personas comenzaron a tomar trozos de la Capilla de adobe el cual se untaban o se lo comían, siendo curados de sus malestares; a raíz de esto, los peregrinos tomaron la costumbre de llevarse tierra de la Capilla a sus lugares de origen para compartir con sus amigos y familiares. Tanta era la tierra que se llevaban que la Capilla, literalmente, fue "comida por los peregrinos", obligando al Sr. Obispo de Guadalajara a construir otra Capilla más duradera en el mismo sitio de la antigua ermita. 

Así fue el origen de la tradición de la "tierrita de la Virgen" que actualmente sigue estando vigente entre los millones de peregrinos que acuden a visitar a Nuestra Señora de San Juan.
  

HOMILÍA DEL SR. CANGO. PADRE JAIME GUTIÉRREZ EL DOMINGO V DE PASCUA

DOMINGO V DE PASCUA “NO PERDAMOS LA PAZ”
La permanencia en el dolor, si perdura, a cualquiera desespera y desalienta. Por eso, hay que levantar la vista hacia la meta feliz para descubrir lo que realmente importa. Esto fue lo que “los 12” determinaron discernir junto con la multitud de los discípulos, cuando se vieron agobiados de múltiples ocupaciones. A ellos les parecía que lo más importante era la oración y, como apóstoles que eran, el ministerio de la palabra de Dios. Hoy, todo sacrificio es poco, con tal de que preservemos la vida nuestra y la de los demás. “Encerrados,” como el grano sembrado, hay que esperar pacientemente una mejor vida y una nueva normalidad. Hoy, démosle más espacio a la oración; que nos haga valorar la vida que más importa.
Frente a este “cáliz” que nos sobreviene, oremos para hacer la voluntad de Dios, por más dolorosa que sea. Frente a esta epidemia que nos zarandea, acerquémonos al Señor Jesús, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero que es para nosotros, piedra escogida y preciosa a los ojos de Dios. Y hemos de sentirnos, en esta tribulación, dichosos porque hemos creído; buscamos esta vida y otra Vida mejor. Así que no perdemos nada y sí ganamos todo.
Hoy, Jesús, nos invita a no perder la paz. Su ausencia es para prepararnos un lugar. Se va, para volver y llevarnos con él. Donde él está quiere que estemos nosotros. Y, para no perdernos, desde ahora nos dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Él es el único que puede mostrarnos al verdadero Dios.
Por eso, con los pies puestos firmemente en la tierra, levantemos siempre la mirada hacia el cielo donde está Dios. Caminemos luchando, hasta remontarnos a Dios. La enfermedad y la muerte, siempre juntas, nos asediarán y nos mortificarán, sin que puedan jamás matar nuestro espíritu. Si creemos en Dios y amamos a nuestros hermanos, nunca perderemos la paz.

HOMILÍA DEL V DOMINGO DE PASCUA DEL SR. CANGO. P. TRINO MÁRQUEZ GUERRERO

V DOMINGO DE PASCUA CICLO A
10 de mayo 2020
Comentario al evangelio del domingo, Juan 14, 1-12
El evangelio de este domingo es parte del primer discurso de despedida de Jesús, 13, 31-14, 31, en el que nos ofrece el sentido de su partida de Jesús, revelándosenos como único camino para llegar a la casa del Padre.
Cristo se va, pero los discípulos no deben perder la calma. La muerte de Jesús abre una brecha en el tiempo. Al llegar hasta el fondo de su ofrenda, Jesús revela las profundidades del amor de Dios; abriendo así el camino que conduce a Dios. Si los hombres le imitamos en su misterio de muerte y resurrección, entraremos en la comunión del Padre; pasaremos de la vida presente a la eterna.
Cuando Jesús nos dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, nos está diciendo que la relación que él nos ofrece con Dios es viva en sentido literal. Sus discípulos se confundieron y entristecieron ante el anuncio de su pasión y querían retenerlo, como se pretende retener al amigo que pretende marchar.
Lo mismo nos pasa cuando queremos retener a Dios y venerar lo que nos queda de él, aunque sean reliquias sin alma, sin vida, palabras que repetir, principios que defender, títulos que confesar, para suplir un encuentro auténtico, un anuncio alegre y atrevido. ¡Queremos venerar a Dios en un relicario!
Jesús es el Camino. Nos invita a seguirle; seguirle es imitarle. Sabe que es largo el recorrido y que no es fácil. Él sabe con qué facilidad caemos en la tentación de hacer de nuestras prácticas y devociones un coto donde nos sentimos protegidos. Por eso nos llama a seguirle, para ser engendrados por su gracia, con la confianza de que él recorre ya eternamente nuestros caminos hasta franquear las puertas del Reino de Dios.
Jesús es la Verdad. No es verdad abstracta para ser aprendida y dicha de memoria, sino verdad viva que se expresa a través de nuestras palabras que, aunque fugaces, cuando son sostenidas por su gracia son portadoras de la declaración de un amor que Él hace eterno. Por eso, si nos repetimos las palabras que nos transmitieron los testigos, es para despertar lo que ellas pretenden suscitar en nosotros.
Jesús es la Vida. Ante la cantidad de violencias, injusticias y barbaries que se comenten en el mundo, nos invita a entrar en comunión con él y, sin taparnos los ojos y eludir las responsabilidades ante la dureza de la vida, confesar que Jesús es Señor y Dios, con la fuerza para vencer con su amor el odio y las injusticias; con la seguridad de que él asume nuestras muertes, las de cada día y las del último día, y que con él todas ellas reciben la semilla de una vida sin fin.
“Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces?”. Dios no tiene otro rostro que el amor que Jesús mostró por cada uno en cada una de sus palabras, gestos y signos. En Cristo se nos ofrece el único camino que conduce a la tierra de Dios, el de un corazón que se arriesga a amar. El amor no tiene más demostración que su propia existencia. El rostro solo se conoce cuando se acarician sus rasgos. La ley de la resurrección no consiste sino en imitar los rasgos del Señor, que resucitado hace oír su voz en cada acontecimiento y en cada hermano que toca a nuestra puerta.
Siguiendo el ejemplo de la Santísima Virgen María, meditemos y guardemos en el corazón las palabras de su Hijo, para que podamos hacerlas vida. Y con palabras del Papa Francisco digámosle llenos de confianza filial:
Bajo tu amparo nos acogemos a ti Santa Madre de Dios, en la difícil situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero.
Acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.
Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.

Cf. M. Bastin, G. Pinckers, M. Teheux, Dios cada día, siguiendo el leccionario ferial, 1 Cuaresma y tiempo pascual, 2ª ed. Santander 1982, 177-180.