sábado, 15 de agosto de 2020

VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (SR. CANÓNIGO P. ANTONIO TRINIDAD MÁRQUEZ GUERRERO)

 VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

REFLEXIÓN EN TORNO A LA PALABRA DE DIOS – CICLO A

LECTURAS DEL DÍA

Primera lectura, Del libro del profeta Isaías Is 56, 1. 6-7

Esto dice el Señor: “Velen por los derechos de los demás, practiquen la justicia, porque mi salvación está a punto de llegar y mi justicia a punto de manifestarse.

A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, a los que guardan el sábado sin profanarlo y se mantienen fieles a mi alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos en mi altar, porque mi templo será la casa de oración para todos los pueblos’’.

Segunda lectura, De la carta del Apóstol san Pablo a los romanos Rom 11, 13-15. 29-32

Hermanos: Tengo algo que decirles a ustedes, los que no son judíos, y trato de desempeñar lo mejor posible este ministerio. Pero esto lo hago también para ver si provoco los celos de los de mi raza y logro salvar a algunos de ellos. Pues, si su rechazo ha sido reconciliación para el mundo, ¿qué no será su reintegración, sino resurrección de entre los muertos? Porque Dios no se arrepiente de sus dones ni de su elección.

Así como ustedes antes eran rebeldes contra Dios y ahora han alcanzado su misericordia con ocasión de la rebeldía de los judíos, en la misma forma, los judíos, que ahora son los rebeldes y que fueron la ocasión de que ustedes alcanzaran la misericordia de Dios, también ellos la alcanzarán. En efecto, Dios ha permitido que todos cayéramos en la rebeldía, para manifestarnos a todos su misericordia.

Del santo Evangelio según san Mateo Mt 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

 

Reflexión

Si solo fuera cuestión de abrir las puertas de la iglesia a todos, de hacerles participar en nuestras peregrinaciones, de admitirlos en nuestras celebraciones.

Esto no basta. El problema ya no está en la puerta abierta de par en par a todos. No, el problema es que los extraños tanto como los de casa sientan el deseo de entrar. Encuentren un atractivo, algo más que la simple curiosidad, y vengan movidos por intereses que no sean utilitaristas.

Los apóstoles interceden a favor de la mujer pagana porque viene detrás gritando. Para nosotros lo malo puede ser que nadie venga detrás gritando. Nadie nos pida nada. Todos nos dejan en paz y nos exigen que los dejemos en paz, que no les molestemos.

Sí, parece que el problema no es el tener abierta la puerta del templo, poner la Biblia a disposición de todos, ofrecer el máximo de comodidad multiplicando en número de misas.

El problema es como abrir la puerta del deseo, de la exigencia. Cómo suscitar una petición. No basta anunciar: “Nosotros tenemos las respuestas”. Es necesario que alguien nos plantee las preguntas porque, por el contrario, muchas veces somos nosotros quienes nos “imaginamos” las preguntas, las inventamos, las atribuimos a los potenciales interlocutores, partiendo de las respuestas prefabricadas que poseemos.

La frontera más difícil de superar es la de nuestra mentalidad. Existe siempre el riesgo de llevar tras sí, en el encuentro con los otros, las actitudes de una mal disimulada superioridad y, si no de desprecio, ciertamente de condescendencia frente a ellos.

No basta con aventurarse entre los alejados, los apartados. Hay gente que viaja solo para juzgar, y hasta para compadecer, más que para descubrir, para dejarse sorprender, para admirarse, para apreciar.

No basta llevar. Es necesario saber recibir. No solo se anuncia la palabra de Dios, es necesario recoger Palabra de Dios. Jesús regaló el milagro solicitado con obstinada dulzura a aquella madre pagana. Pero, antes, ha recibido de ella la sorpresa grata, admirable, de su fe: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!”.

Jesús se queda como incrédulo ante tanta fe. Aquella extranjera dio una cosa importante tanto a Jesús, como a sus discípulos. Les ha hecho encontrar algo precioso que ellos no se esperaban.

No es una operación correcta abrir las puertas de la iglesia y después pretender imponer a los “distintos” nuestros gustos, nuestros ceremoniales, hacer el trasplante de nuestros esquemas mentales e incluso de nuestras repugnancias, miedos, obsesiones.

Acojo de verdad a una persona solo si intento descubrir también los valores de los que es portadora.

No es suficiente abrir las puertas de casa, sino no se abren las puertas en casa.

Cf. A. Pronzato, Palabra de Dios ciclo A, Sígueme, Salamanca 2007, 209-212.


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