viernes, 16 de septiembre de 2022

"EL GRITO QUE NUNCA SE DIO"-- San Juan, pre-cuna de la Independencia de Nueva España

ANTECEDENTES. 

A finales del siglo XVIII, los conflictos que sostenía la Corona Española con el dominio Británico por el control de las colonias de Ultramar provocaron la extracción excesiva de recursos provenientes de los territorios americanos.

En la Nueva España fue implementada la Real Cédula de Consolidación de Vales para obtener benéficos económicos, medida que se basó en corregir las fugas fiscales y aumentar impuestos a sectores productivos como el de la agricultura, minería y comercio.

La recaudación de impuestos provocó consecuencias desfavorables para el control y la administración de la colonia española. Las diferencias entre peninsulares y criollos se acentuaron, las ideas liberales e ilustradas comenzaron a propagarse e influir en grupos de origen criollo que ejercían influencia en el orden público, la administración del gobierno y la iglesia.


Dos años antes del levantamiento de Hidalgo en defensa del Rey Fernando VII preso por los franceses, en junio de 1808, el emperador francés Napoleón III derrocó a la monarquía española y se apoderó de la Corona.


¿De quién dependía la Nueva España si la corona de Fernando VII estaba en manos de un gobierno extranjero?, se cuestionaron los novohispanos.


Ante la ausencia de rey, por todos los territorios españoles se organizaron cortes, que eran juntas donde nobles, clero y pueblo debatían la forma de gobierno.


En México, el intento de instalar las cortes se frustró el 15 de septiembre de 1808 por un golpe de Estado encabezado por el noble Gabriel de Yermo, quien tomó el palacio y aprehendió al virrey José de Iturrigaray, ante el temor de la Independencia.


Este evento alentaría el nacimiento de grupos conspiradores.


El 19 de marzo de 1808, en España el Rey Carlos IV, se veía obligado ante la ocupación de las tropas de Napoleón, de abdicar a favor de su hijo, Fernando VII. Sin embargo, Napoelón no reconoció este movimiento, pues dudaba que el joven príncipe recién hecho Rey fuera una persona fácil de manipular. Por lo mismo, en mayo de ese año lo invitó a reunirse en el palacio de Bayona, en el sudoeste de Francia, forzándolo a restituir la corona a su padre, quien a su vez se la dio a Napoleón. Fue así como el emperador francés pudo nombrar a su hermano, José Bonaparte, rey de España en junio de 1808, apresando a Fernando y manteniéndolo cautivo por seis años—de ahí la arenga de la independencia de Hidalgo.


Cuando en la Nueva España se supo la noticia, el descontento entre los criollos no tardó en manifestarse y, negándose a estar a la sombra de los franceses, algunos de ellos comenzaron a pensar en una independencia que siguiera reconociendo al Rey Fernando VII como su legítimo Rey. Con esta idea, el 19 de julio de 1808, Juan Francisco Azcárate y Lezama, regidor del Ayuntamiento de la Ciudad de México, y Juan Francisco Primo de Verdad y Ramos, síndico, propusieron al virrey José de Iturrigaray formar una Junta Provisional con base en el pueblo, pues a su considerar en éste debía recaer la soberanía a falta del rey. El virrey aceptó. En el grupo también se encontraba Melchor de Talamantes, un fraile mercedario peruano de pensamiento liberal que veía en aquella crisis una verdadera oportunidad de completa independencia de la metrópoli colonial. Entre sus propuestas estaban la formación de un Congreso y la autonomía de la nueva España.


Los oidores propusieron que se reuniera una junta de las principales autoridades de la ciudad, el licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos, Síndico del Ayuntamiento, planteó la necesidad de formar un gobierno provisional y propuso desconocer a las juntas peninsulares.

El 12 de agosto, el Virrey José Joaquín Vicente de Iturrigaray, ordenó que no se obedeciera a ninguna junta peninsular, a menos que fuera creada por Fernando VII, con lo cual, estando el monarca prisionero, se desligaba de toda autoridad en España.


La situación no fue del gusto de los españoles en Nueva España, quienes temieron que la idea de autonomía y autogobierno fuera asumida por los pueblos originarios, además, dudaban de las verdaderas intenciones de Iturrigaray, a quien creían capaz de estar manipulando todo para hacer del virreinato un reino con él en el trono. Así se formó el grupo de los “Patriotas de Fernando VII”, alrededor de trescientos hombres que, bajo la coordinación del hacendado Gabriel Joaquín de Yermo, tomaron la casa del virrey el 15 de septiembre de 1808, apresándolo y colocando en su lugar a Pedro de Garibay.


La noche del 15 de septiembre de 1808, Gabriel de Yermo con 300 hombres, y en complicidad con la guardia de palacio, hicieron prisionero al Virrey Iturrigaray, mientras tanto, los Oidores, el Arzobispo y otros notables, reunidos en la Sala de Acuerdos, declararon su separación del cargo y nombraron al Mariscal de Campo Pedro Garibay para sustituirlo.


El 19 de julio de 1809 el Arzobispo de México, Francisco Javier de Lizama y Beaumont, sustituyó al Virrey Pedro de Garibay en el virreinato por instrucciones de la Junta Suprema de Sevilla. En 1810, los franceses ocuparon la mayor parte de España y se constituyó una Regencia.


El 14 de febrero de 1810, se convocó a una asamblea para darle al reino una nueva Constitución, incluyendo por vez primera la asistencia de representantes americanos.

 

Las encarecidas condiciones sociales, económicas y políticas llevaron a incitar ideas sobre desconocer a las autoridades virreinales e instalar, en su lugar, una junta de gobierno provisional, hasta que fuera restablecido en el trono el monarca Fernando VII.


En el pueblo de Dolores el cura Miguel Hidalgo y Costilla con un grupo de criollos, entre quienes figuraban los Capitanes del Regimiento de Dragones Provinciales de la Reina, Ignacio Allende y Juan Aldama, comenzaron a conspirar en casa del Corregidor de Querétaro, don Miguel Domínguez, con estas reuniones finalmente lograron desatar el movimiento de la Guerra de Independencia.

 

EL PLAN QUE NUNCA SE LOGRÓ EN SAN JUAN DE LOS LAGOS



(
De acuerdo con la SEDENA)


Un primer acuerdo al que llegó la junta clandestina, fue la de enviar emisarios a los pueblos de la región, con la idea de formar juntas en dichas comunidades, para conspirar contra el régimen colonial. Estas reuniones, llamadas Juntas Menores, debían reclutar al máximo número de seguidores que se pudiera. Éstos, a su vez, se comprometían a dar parte a Allende o a Aldama, en cuanto reunieran un número considerable de insurrectos.

 

Se dirigirían en pequeñas fracciones a San Juan de los Lagos, con el pretexto de asistir a la feria.

 

Aprovechando el primer día de las festividades, todos debían estar reunidos en el año de 1810. Con oficiales y tropa armada, se planeaba iniciar la lucha por la Independencia. La idea era llevar a cabo un movimiento rápido, apresar a los españoles, y permanecer ahí hasta que el Ejército Insurgente tomara la capital del virreinato. Después, se consideraba nombrar jefes en los distintos puntos del territorio, o en su defecto, fraccionar el Ejército, con el objetivo de llevar a cabo la Independencia, hasta el punto más recóndito del territorio de la Nueva España. De este modo, poder reunirse con calma en la capital, y decidir la forma de gobierno que más convendría adoptar.

 

Se acordó que se debían liberar a los españoles, para que decidieran si querían quedarse en estas tierras o regresar a España, sólo que sus propiedades quedarían en manos del nuevo gobierno. Por último, pactaron que, en caso de perder la guerra, los jefes del movimiento deberían viajar a los Estados Unidos, a pedir ayuda para consumar la Independencia.

 

fasciculo_1.pdf (sedena.gob.mx)

 

 

 

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