LA MANTECA DEL MILAGRO[1]
Otro milagro contó Francisco: Yendo con una cuadrilla de 16 carretas, cargadas de maíz, de manteca y de otros géneros, en 1650. De camino al Real de Minas del Parral, hubo necesidad de parar como a seis o siete leguas de dicho Real para descansar y refrigerarse. Paramos a orillas de un río que llaman “de en medio,” en un puesto donde quedaron acomodadas, más juntas que lo ordinario, todas las carretas.
Quedamos en un pajonal tan alto que cubría a un hombre, y viendo, yo, que una india que nos acompañaba quería hacer una lumbrada, le dije que primero quemara un poco del pajonal para hacer raya y evitar así que la lumbre corriera a donde estaban las carretas.
Pero, de nada sirvieron estas precauciones, porque, de repente se vino un viento contrario que extendió el fuego hacia donde estaban las carretas. Al ver el peligro que corrían las carretas, recluté al punto cerca de veinte personas que me acompañaban en la cuadrilla y algunos lugareños. Todos juntos nos pusimos en obra sin poder apagar la lumbre. Y por más que lo intentamos, ya estaba el fuego pegando en una de nuestras carretas, llena de maíz y, además, encima estaban diez calabazos de manteca de más de once kilos, cada una.
Angustiado, viendo la calamidad que se nos venía. Ya no preocupado por mis bienes, sino el daño que causaría esta desgracia a mis trabajadores, invoqué a la Virgen de San Juan. Le dije: “Virgen Santísima, ya no cuido de la hacienda que traigo, dejadme siquiera una carreta para volver a estos pobres que traigo en mi compañía a su casa con sus hijos y mujeres.” Eran cuarenta personas las que venían conmigo. Y así como repentinamente vino el viento, después de mi súplica, también repentinamente se volvió en dirección del río, levantándose devastadoras las llamas, altísimas, consumiendo todo el pajonal hasta llegar al río.
Retirado el fuego, fuimos inmediatamente a revisar cómo habían quedado nuestras carretas y hasta dónde había llegado el daño, ya que el humo no nos había dado licencia de saberlo. Y cuál no va siendo nuestra sorpresa cuando constatamos que sólo una carreta estaba quemada; el maíz derramado en el suelo; como cuatro o seis fanegas se recogieron de maíz chamuscado. Y ¿los diez calabazos de manteca…? Tenían la cubierta quemada y la manteca dura y sin derretir; sin perjuicio alguno. De tal suerte que pudo ser vendida en el Parral.
Cuando contamos a todos lo sucedido, curiosos y sorprendidos iban ver la manteca –que ya le decían- “la manteca del milagro.”
Mayor maravilla nos causó que, habiéndose quemado partes de la carreta y hasta la silla de andar a caballo, de un indio de nuestra cuadrilla, ni siquiera se haya derretido la manteca, ni quemado la mayor parte del maíz.
Cuando vimos cómo la Virgen de San Juan tan presto vino en nuestro auxilio, ahí mismo todos le dimos gracias a Dios por la intercesión de la Virgen Santísima. Y yo, ofrecí venir a su templo a rezarle unas novenas.
Siendo los beneficiados de este milagro de los pueblos vecinos a San Juan, al divulgar en el Parral el milagro, esto fue causa de mayor devoción a la Virgen de San Juan, como después lo comentó el Hermano Blas cuando llevó al Parral a la Virgen Peregrina.
Increible saber que Nuestra Señora de San Juan hizo cosas milagrosas en mi tierra, saludos desde Chihuahua.
ResponderEliminarGracias, Madre Santísima Tú siempre escuchas nuestra oración 🙏🙏🙏
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