miércoles, 30 de junio de 2021

BULA DE ERECCIÓN DE LA DIÓCESIS DE SAN JUAN DE LOS LAGOS

 Habiendo sido constituido Padre y Pastor de todos los cristianos que habitan en la tierra para conducirlos a la Patria Eterna del Cielo, proporcionamos los medios aptos y oportunos para conducir al pueblo en la ley divina del Evangelio. 

Por tanto, juzgamos oportuno, acoger las peticiones y deseos presentados a la Santa Sede Apostólica, por los Venerables Hermanos José Salazar López y Leobardo Viera Contreras; en el sentido de que se erigieran dos nuevas diócesis, tomadas del territorio de las actuales, que son demasiado amplias, puesto que ésto redunda en gran manera para utilidad de los fieles. 

Habiendo escuchado por tanto la opinión del Episcopado Mexicano; de nuestro Venerable Hermano Carlos Martini, Arozbispo titular de Abari, Delegado Apostólico de la Nación Mexicana y finalmente de la Sagrada Congregación de los Obispos, decretamos y mandamos lo siguiente: 

Separamos de la Arquidiócesis de Guadalajara, los territorios de 40 parroquias. La sede del Obispo se establecerá en San Juan de los Lagos. La Cátedra del magisterio episcopal, en el templo existente allí dedicado a Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, al que concedemos los derechos y privilegios de la Iglesia Catedral. Su Obispo, a la vez que gozará de los derechos debidos, estará ligado a las correspondientes obligaciones. 

La recién fundada diócesis, la hacemos sufraganea de la Sede Metropolitana de Guadalajara y a su Excmo. Obispo, del Arzobispado de la misma. 

Dado en Roma, cerca de San Pedro, el día 25 de marzo del año del Señor de 1972, noveno de nuestro Pontificado. 

Luis Card. Taglia, Canciller de la Santa Iglesia Romana

Carlos Cardenal Confalonieri, Prefecto de la Sagrada Congregación de los Obispos. 



Dr. José Everardo López-Padilla

Archivo Histórico de la Catedral Basílica de San Juan de los Lagos



miércoles, 9 de junio de 2021

LA FAMILIA DE ACUERDO CON EL BEATO ANACLETO GONZÁLEZ FLORES

Cosa perfectamente admitida entre los sociólogos cristianos es que la familia es el núcleo en cuyo derredor se forman las sociedades y sin cuya existencia y apoyo los pueblos se hunden estrepitosa y fatalmente en el abismo de la degeneración de todos los rebajamientos. Pero, debe tenerse en cuenta que para que la familia pueda servir a la sociedad de fuerza, vigor y sostén, debe revestir los caracteres que le atribuye la bendita doctrina del cristianismo que es la ÚNICA doctrina que se haya en posesión de un conocimiento exacto y profundo de la naturaleza humana y de sus relaciones, cuando menos en lo relativo a los destinos del hombre y a su realización. Por otra parte, adviértase que las enseñanzas de la Iglesia, grande, admirable, maestra en la ciencia y en el arte de regenerar y reconstruir a los pueblos, señalan de un modo especial normas que deben ser observadas para que el hogar realice su misión alta, noble y trascendental.

De aquí podemos deducir la enorme necesidad que tenemos de preocuparnos grande, muy fuertemente de la reconstrucción del hogar, de hacer esfuerzos entusiastas y decididos porque la familia retorne a revestir los caracteres que le corresponden conforme a las enseñanzas del cristianismo. Por ahora, en esta labor deben tomar especial empeño y desplegar una actividad a toda prueba los padres de familia, pues ellos son los directamente obligados a procurar que el hogar esté alentado y sostenido por las energías que le han de comunicar la orientación y el impulso regenerador. Es cierto que en casi todos los hogares de nuestros días, los padres, como podría decirlo y aun lo dice Enrique Bordeaux, tienen miedo, grande miedo de vivir, porque huyen espantados, aterrorizados ante las responsabilidades que pesan sobre ellos, y que abundan  las mujeres y los hombres que de padres no tienen más que el nombre, puesto que ponen un cuidado especialísimo en conseguir quien se encargue de la formación de los hijos; y por esto es cierto que nuestras indicaciones van a caer de pronto en el vacío y al mismo tiempo van a chocar contra costumbres envejecidas, contra prejuicios admitidos cuando menos en la vida práctica, como verdades consagradas por la aceptación general. 

Pero nosotros ya conocemos el verdadero camino de las transformaciones sociales: la primera palabra que se atreve a condenar y a azotar lo establecido y adoptado, cae en el aislamiento y en el olvido, es un grano de polvo que pisa el viajero sin tomarse el trabajo de echar sobre él una mirada curiosa; más tarde, la constancia incansable del hombre es ideal y de acción logra que siquiera se le escuche; luego la catástrofe, casi siempre necesaria, hace que los pueblos vean con claridad las grietas de la construcción que se desmorona, lo de la razón al atrevido que se alzó contra los hábitos envejecidos y enseguida se inicia la transformación. Esto esperamos por lo que toca a la familia. 


Tomado de: Obras de Anacleto González Flores. Ayuntamiento de Guadalajara.